miércoles, 4 de marzo de 2009

Quiero un cuervo...

Quiero un cuervo...


Quiero un cuervo, quiero un cuervo.- dijo la señorita dedos ágiles.
Los cuervos son pájaros de mal agüero.- respondió la maestra.
Quiero un cuervo, quiero un cuervo.-dijo la joven mejillas de sangre.
¿Y cómo lo atraparé? ¿Con una red?- preguntó el anciano del bigote canoso.
No, no lo atraparás. Lo comprarás con una monedita de oro.-
Señorita ojos negros compuso la sonrisa más irresistible que tenía.
Los cuervos no se venden.-
Lo sé. La monedita no es para comprárselo a un vendedor. La monedita es para engañarlo.-
El anciano la ignoró y la niña sin nombre se quedó hablando sola.
¿Quieres saber cómo voy a engañar a un cuervo? Voy a viajar a un bosque, un bosque lleno de cuervos, o la torre de Londres. Lo que me quede más cerca. Voy a hacerle un agujerito muy pequeño a mi doblón del tesoro pirata y lo voy a atar con cintas de los zapatos. No, cintas de los zapatos no. O sí, si son verdes para que se confundan con el pasto, amarillas con la hojarasca del otoño y blancas con la nieve. Pero mis agujetas son rosa chicle. Mejor usaré hilo para pescar cuervos. Es brillante y sabe a pan de centeno recién horneado, la comida favorita de los cuervos. Dicen que esta hecha con un hilito de oro demasiado delgado a fuerza de tanto estirar y estirar. Yo les creo, porque eso comprueba mi teoría: los aretes que se pierden debajo de la mesa se los lleva el viento a una fábrica lejana. Con el hilo de pescar sin caña y usando una monedita de cebo, me esconderé entre las ramas un frondoso árbol. Esperaré a que un solo pájaro, el más pequeñito de toda la parvada, negro tinta y con ojos que hablen se separe de sus compañeros. Entonces correrá tras la monedita y yo lo atraparé con mi sombrero de copa violeta. Va a ser la nueva casa del cuervo y le va a gustar mucho porque pertenecía a Oscar Wilde. Si mi cuervecillo es homofóbico, no importa, su casa será mi regazo y lo dejaré dormir bajo el abrigo grueso las noches frías.-
¿Qué le darás de comer a tu cuervo, hija mía?-
Lo alimentaré como a un gran caballero, padre. Una copita de vino tinto tres veces al día y asado de cordero para cenar. El té de las cinco, por supuesto, sin azúcar ni limón.-
¿Le servirás pastitas con el té?-
No, el sabe que las galletitas de mantequilla siempre son para mí, y para el los sándwiches de pepino.-
¿Y como evitarás que se escape? ¿Le cortarás las alas? ¿Lo pondrás en una jaula?-
No puedo cortarle las alas a mi cuervo y en una jaula, el moriría de pena. Tengo que dejarlo libre.-
Y el cuervo que todavía no existía, se escapó.