martes, 7 de octubre de 2008

Carta de un condenado a muerte


Carta de un condenado a muerte


Hace frío, estoy triste y deprimido; sentado junto a la entrada de mi prisión, mirando con desdén el único rayo de sol que se cuela por la puerta de hierro. ¡Ah! como extraño el sonido de la voz de mi amada, tan etérea y bella, incomparable a los chillidos de las ratas que pululan por mi estrecha celda. El tiempo pasa dolorosamente lento, entre todas mis dudas y el autocastigo que les seguía ¿cómo puede pensar que me eras infiel, tú, la más honesta de las criaturas?

No sé como logré mantenerme cuerdo todos esos años en la mazmorra. Tu padre había decidido torturarme psicológicamente… (¡y de que forma tan refinada lo hacía!).Acudía cada tarde, sin faltar una sola, a contarme lo hermosa que te veías con tus vestidos de terciopelo y seda, en las fiestas de sociedad que frecuentabas. Me llenaban de alegría tus largas descripciones, sin embargo, poco tiempo después de oírlas un dolor y una profunda nostalgia inflamaba mi pecho, me dolías como solo me dueles tú.

Hoy los guardias me golpearon. Pude distinguir los golpes que me propinaban por obligación y las heridas que me causaban por saña. Entre sus blasfemias e insultos puede escuchar que el juez quería ejecutarme. Ya no me preocupa nada, excepto el cómo. Hace varios días que no me traen agua y alimento, estoy enflaquecido y enfermo… quieren que muera de hambre.

Creo que lo que me salvó fue tu recuerdo, en esas horas de dolor y pena tu memoria bastaba para volver a luchar, para intentar sobrevivir. ¡Que precioso era tu recuerdo!: la humedad de tus besos, la dulzura de tu tibio pecho, el suave roce de tus manos, en fin, toda tú me salvaste.

Sí, voy a suicidarme, para que sea tan sencillo como dejar de sufrir. Sé que voy a morir, el juez dictó la sentencia hace poco, en un juicio terrible. Moriré dentro de cuatro semanas… cómo espero ese momento, anhelo fervientemente mirar mi cuerpo inmolado en un altar, ofrendado a la injusticia y sinrazón humana. En el día, mis pensamientos me aterrorizan una y otra vez, como una alucinación; y, de noche, las pesadillas me atormentan, ¡mi cuerpo y mi mente no tienen descanso!

Muchas veces pensé en el suicidio, irracionalmente, pero los pensamientos de un condenado a muerte son siempre macabros. Es horrible esperar el fin de tu existencia, pero ahora que estamos juntos ¡vida mía! , ya no hay más pensamientos depresivos, sino de alegría, paz y gozo.

Mañana traerán al sacerdote para hacer mi última confesión. No quiero verlo. Tengo miedo pero no pecados. Lo único que puedo desear ahora, es mirar por vez final tus bellos ojos miel, ésos con pupilas sin fondo. Tal vez si los viera, si supiera que te encuentras bien, podría morir tranquilo, incluso feliz.

Me llevaron al patíbulo, caminé como un autómata hacia él, parecía que mis pensamientos y deseos habían dejado de existir. No opuse resistencia alguna, era incapaz de pensar o de sentir. Miré hacia el frente, y una ráfaga helada de viento de octubre me despertó de esa especie de ensoñación. El verdugo me esperaba unos pasos adelante, y a su lado, el jefe de la policía. Miré su rostro y al instante lo reconocí… grité con todas mis fuerzas: ¡Amigo! Casi de inmediato él se dio cuenta de quien era yo, su más grande compañero de la infancia, con el que había compartido maravillosas aventuras de juventud. Le gritó a los guardias que me soltaran, y ellos me quitaron las esposas. Mi amigo me dijo con emoción que revisaría con atención mi caso; me creía incapaz de cometer un crimen que mereciera la pena de muerte. Me guió hacia su despacho, leyó el grueso expediente e ipso facto me declaró libre. –Cualquier hombre puede enamorarse de una mujer de distinta posición social, eso no constituye ningún delito.- escribió en la hoja final del ya grueso expediente. Fui liberado esa misma tarde gloriosa.

Desde que me liberaron, decidí viajar a tu palacio de invierno. Me enteré de que tu padre había muerto y vivías sola en ese precioso castillo de cristal. Ahora volvemos a estar juntos, vuelves a ser mía y no puedo nada menos que agradecer tu amante espera de todos estos años.

Cariñosamente,

El amor de tu vida…


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