jueves, 7 de mayo de 2009

After Party

After Party

Tú eras la única despierta hasta que el reloj volvió a funcionar. La casa parecía un santuario pagano y tú una vampiresa recién salida de su sarcófago. Quizá porque anoche estabas tan cansada que no te quitaste el delineador mal aplicado, y porque con ese peinado caro te vez mucho más obscura y deliciosamente maléfica. ¿Te duelen los pies, mon cher?
-Hagamos el amor.
-No.
-¿Por qué?
-Porque no quiero.
-¿No tienes ganas o no lo has hecho nunca?
-Las dos.
Se arremolinó en mis brazos un minuto solamente. Después se levantó como si nada, quitándose mi camisa. Podías mirar su espalda por el espejo, un placer estético que no superaba a la forma en la que se ponía esos tacones negros. La ví a media luz, en el estudio, metiéndose entre los dientes la boquilla de la pipa de agua. Estaba apagada y vacía de carbón y de tabaco, pero me hacía mucha gracia verla mordiéndola. Me dijiste alguna vez que nunca la habías probado porque no te atrevías. Te dije que habías hecho cosas menos sanas muchas veces. Estabas tan coqueta y retadora, olías a vainilla y a sándalo, a tu perfume y al mío.
Sonó el teléfono infructuosamente. No contestamos.
-Tú no puedes poseer una papa.
-Yo sí puedo poseer una papa.
Discutimos como niños.
-Quisiera verlo.
Reíste y acariciaste mis patillas, intentaste ahogarme con tu muñeca anegada en pulseras.
-Iré a la cocina, tomaré un papa, y ya está, poseeré una papa.
-El hecho de que esté en tus manos no significa que sea tuya.
-El sentido de pertenencia a algo es un asunto muy subjetivo, señor.
Cuando no me tuteaba era una niña pequeña, sin embargo eso no le restaba ningún poder. Seguía teniéndome en su bolsillo.
-Así es.
Tomaste una lima y comenzaste a arreglarte las uñas. Nunca les noté una mínima diferencia entre el antes y el después.
-¿Eres mío?
No me miró a los ojos. Tenía miedo de lo que le respondería.
-Con las personas es todavía más complicado.
Bajó la cabeza.
-Entonces no eres mío.
Un amago de súplica.
-Ni de nadie, excepto yo.
-¿Te perteneces a ti mismo?
Estoy total y completamente hastiado de tus juegos retóricos. Me tienen harto porque detesto la forma en la que me haces pensar. A veces blasfemo deseando que te calles, y te quedes con los gestos, con tus perfectos silencios que hablan, que te quedes calladita sonriendo y obedeciendo. Suelto carcajadas, de la nada, y me miras como si estuviera loco. Cómo me atrevo a pensar en eso, si tú eres perfecta. Contigo no requiero de nada; divina, quédate como quieras.
-Si, yo soy el responsable de mi propio destino.
-No creo que tú seas completamente dueño de ti mismo. Para ser dueño de ti mismo necesitas estar aislado de la sociedad.
-Nada en este universo está aislado.
-Es cierto. Pero tú no eres dueño de ti mismo. La sociedad te formó.
-Me formaron en libertad de decisión.
-Sí, pero que pasa con el tiempo que tú le regalas a los demás. Por ejemplo, el tiempo que me regales a mí-sonrió con satisfacción-¿El tiempo no es parte de ti? Eres de los demás también.
Hablabas de ti, no de los demás.
-No entendí.
-Mmm-musitaste un par de palabras y andaste por la habitación-Tu existencia se compone de muchas cosas. Podríamos resumirlas en espacio, tiempo. Tu tiempo es parte de ti y termina en los demás, ese tiempo no es tuyo ya, te regalas a los demás, por lo tanto tú no eres dueño de ti mismo.
-¿Y eso que tiene que ver con la papa?
Física cuántica, arte culinario, filosofía, que más daba.
-No estamos hablando de la papa. Estamos hablando del sentido de pertenencia y de si un hombre se pertenece a si mismo.
-Así es. Pero yo puedo ser la papa.
-Sí. Tú eres la papa porque yo no puedo tenerte.
-Y porque yo no estoy en tu cocina.
Reímos, reímos sin esperar, sin temer, como si lo único importante fuera volver a ser como niños.
La caja de tus zapatos me gusta mucho, es muy tú, con esas mariposas verdes, estampadas. A tu pie lo abraza una mariposa fucsia, disecada y rociada de purpurina. Otros zapatos. Dolor de cabeza y náuseas. Siéntate. El viento resuena en el caracol gigante del mundo. Un escalofrío de modorra bajo la colcha bordada de oro, de algodón egipcio.
Spaghetti sin queso. Electrolitos orales. Teoría de la relatividad explicada con un acordeón. Un grito que no escuchó. Me preguntó de que color eran mis bragas y no quise decirle, por morboso. Era un flojo por no investigar. Cítricos. Muñecos de peluche. Cuarzo. Alucinación de resaca.

No hay comentarios: